¡Entra y déjate llevar, inspirémonos y fuera la inquietud!

miércoles, 1 de octubre de 2014

Inspiración perdida

En el pequeño poblado de Shaid, su familia siempre había sido humilde y trabajadora. Del trabajo de cada día dependía su supervivencia. Lejos de ansiar tierras o riquezas como sus hermanos, Shaid anhelaba algo infinitamente más difícil de alcanzar: ser escritor. Desde muy temprana edad, mientras los demás niños corrían por el campo, Shaid prefería dedicar su tiempo libre a la lectura de las novelas que el maestro del poblado poseía, y que gustoso, compartía con el joven Shaid, al contemplar el ferviente interés que este tenía por las escasas obras literarias que tenía en su poder. El maestro, que era de los pocos habitantes del poblado que había cruzado fronteras para conocer e instruirse, representaba para Shaid su más admirada figura dentro del escaso mundo que conocía. El joven releía una y otra vez las obras, y le encantaba compartir con el maestro sus opiniones e inquietudes, pero con el paso de los años, comenzó a surgir en el muchacho la necesidad de conocer aquellos lejanos lugares tan bellamente descritos en las novelas, y ante todo, el deseo de crear algo propio. No tardó en darse cuenta de que la labor del escritor no era tan sencilla como aparentemente podría parecer, no solo el deseo de escribir le bastaba. Necesitaba algo más: necesitaba inspiración. Y para alcanzarla, hurgó en los lugares más recónditos de su mente, admiró puestas de sol desde las verdes y doradas colinas que rodeaban su tranquilo poblado, pasó noches en vela, abrazado a una tenue luz que levemente se consumía en su viejo escritorio, al igual que su esperanza de encontrar esa fuente de inspiración que tanto necesitaba para cumplir su deseo.
–Si logro ser escritor, algún día, alguien encontrará refugio en mis palabras, como yo encuentro mi lugar entre los versos de otros- solía pensar Shaid, apesadumbrado ante el bloqueo que su mente experimentaba.
El maestro, consciente del deseo del muchacho de encontrar su propia forma de expresar lo que sentía, decidió animarlo a descubrir el mundo que se hallaba más allá de los límites del pequeño poblado en el que se había criado. Pero, sobre todo, a conocer al sabio que habitaba en un lejano territorio conocido como las Tierras Rojas, llamado Ibn Hassan, y que sin duda, debido a sus amplios conocimientos, podría ser de gran ayuda a Shaid en su búsqueda de sabiduría e inspiración para escribir.  El joven se mostró profundamente asombrado solo ante la idea de abandonar su tierra natal y adentrarse solo en aquel viaje que para él sería sin lugar a dudas una aventura. Decidido, Shaid expuso a sus familiares su gran necesidad de realizar aquel viaje y de esa manera explotar el potencial que el muchacho poseía. Pese a la reticencia previa que mostraron sus padres ante la idea, todos eran conscientes de que Shaid nunca podría ser feliz como los demás muchachos del poblado, necesitaba dar más de sí mismo. Las palabras podían darle la felicidad que una vida dedicada a la tierra jamás podría darle. Finalmente se convencieron de que era lo mejor; tomando algunas provisiones y escasas pertenencias, Shaid se dispuso a emprender su camino. 
Según su maestro le había indicado, debía llegar hasta un poblado cercano, e incorporarse a una caravana de viajeros con destino las Tierras Rojas. Y así lo hizo. Inició su pequeña aventura en solitario, por sinuosos caminos y extensas praderas, en las que acampaba al anochecer bajo un manto estrellado. Se sentía más libre que nunca. Podía sentir cómo poco a poco se despojaba de todo lo que conocía para adentrarse en algo nuevo, algo para lo que desconocía si estaba preparado o no. Tras un par de días, alcanzó el poblado más cercano y consiguió unirse a una caravana que había llegado recientemente de las Llanuras Altas, en la que confluía gente de distintas tierras, culturas…Siempre había sido un chico reservado y no estaba acostumbrado a tratar con gente nueva, se limitaba a escuchar todas las conversaciones que podía y a tratar de entender las distintas opiniones que en ellas hallaba. Durante el viaje, el joven no podía hacer más que pensar en su llegada. Poco le importaba el camino; sabía que si su maestro lo había enviado allí era porque estaba seguro de que podría encontrar lo que buscaba.
No fue hasta el sexto día, cuando el camino comenzó a volverse largo y rutinario, cuando ocurrió: Aquella mañana, Shaid caminaba siguiendo la corriente que le rodeaba, ensimismado en sus pensamientos, sin percatarse de la joven que lentamente se le acercaba, atraída ante lo que rondaría la cabeza del  muchacho de mirada perdida que, pese a estar junto a ella, parecía encontrarse a leguas de distancia. Apartándolo de sus pensamientos, le preguntó suavemente por su nombre, a lo que el joven, que parecía haber caído de una nube, respondió con expresión claramente sorprendida: –Shaid.
Aparentemente, la chica podía parecer perfectamente normal. No destacaba por ser especialmente alta, ni especialmente baja, su cabello rizado caía en cascada por su espalda y a los laterales de su rostro, lo cual ocultaba las dos hermosas joyas que alumbraban su rostro y que, a ojos de Shaid, la hacían la joven más hermosamente indescriptible que pudiera haber conocido. Como si de esmeraldas arrancadas de un acantilado se tratara, la joven guardaba en su mirada la fuerza de las olas, y la suavidad de la espuma del mar; escondía la dulzura de un sueño y la calidez de un rayo de sol en primavera… Esto inundó a Shaid por dentro la primera vez que su mirada se fundió con la de la joven, con la cual se sentía como nunca antes se había sentido. No encontraba palabras para describirlo; por primera vez  tampoco lo necesitaba. Tímidamente, Shaid le preguntó a la joven por su nombre, contestó:
 –Helena- con una amplia sonrisa.
A partir de ese momento, los días transcurrieron para Shaid como un extraño sueño. Pasaba las horas de camino hablando con Helena, descubriendo, aprendiendo y compartiendo todo lo que ambos conocían… No tardó en saber que la joven viajaba en la caravana con un propósito muy común entre los viajeros que los acompañaban; el padre de Helena era comerciante, se dirigían a las Tierras Rojas y luego continuarían su viaje por otras zonas para intercambiar mercancías y otros bienes. Debido al negocio familiar, la joven había conocido a su corta edad numerosos lugares, algunos de ellos, completamente desconocidos para Shaid. Helena se deleitaba compartiendo con el muchacho todo lo que conocía, mientras él le hablaba de los libros y autores que con tanta dedicación había leído; existía verdadera complicidad entre ellos y, por primera vez, Shaid dedicaba sus pensamientos a algo diferente, algo que nunca había imaginado fuera de la literatura, algo que hacía que la ansiedad por la ausencia de inspiración desapareciera, y que casi lo hacía olvidarse del verdadero propósito de su viaje… Y así, fascinados el uno por el otro, un viaje de semanas parecía reducirse a tan solo unos segundos, parecía reducirse tanto que Shaid apenas podía plantearse que llegara a su fin…Pero como todo sueño, tocaba despertar y, como toda travesía, esta también debía finalizar. A apenas un día de trayecto, las Tierras Rojas comenzaban a divisarse en el horizonte. Fue entonces cuando el momento llegó. Shaid había llegado a sentirse tan unido a Helena que no imaginaba el momento de despedirse, posiblemente para siempre. La dura realidad lo atravesaba como un rayo y amenazaba su corazón como una daga. Volvía a ser consciente de la realidad, y de que su verdadero propósito se encontraba más allá de aquella joven y de aquella caravana: debía encontrar al sabio Ibn Hassan y encontrar su inspiración para alcanzar su sueño de ser escritor. Era difícil afrontar que no volvería a ver aquellos ojos, ni aquella sonrisa, porque algo dentro de sí mismo le decía que no encontraría fácilmente  de nuevo todo aquello concentrado en una sola persona. A pesar de ello, debía continuar su camino y cumplir lo que había prometido a su familia, a su maestro y a sí mismo.  Al atardecer del día siguiente, la caravana llegó al destino señalado y ambos jóvenes debieron enfrentarse a la temida despedida. A pesar de sentirse muy unidos, ninguno de los dos era capaz de expresar la fuerza de lo que en verdad sentían. Tal vez si alguno lo hubiera hecho, el adiós habría sido diferente, o tal vez no. Nunca lo sabrían, al igual que Shaid nunca conocería la existencia de la lágrima furtiva que recorrió las mejillas de la joven cuando ambos se fundieron en un último abrazo, ni tampoco Helena sería consciente del nudo en el pecho que ahogaba al joven y que una vez más, lo dejaba sin palabras. Demasiadas letras en el tintero, demasiado por decir, demasiado por vivir…Desarmado por completo, Shaid solo tuvo valor para pronunciar un último –Debo partir, antes de que caiga la noche- , y sin mirar atrás, con los ojos empañados, abandonó la caravana, y todo lo que le había acompañado en su viaje hasta ese momento, prometiéndose a sí mismo que merecería la pena y que encontraría en el sabio aquello que tanto buscaba.
Según había podido averiguar por las distintas gentes que habitaban en las Tierras Rojas, el sabio Ibn Hassan regentaba una escuela en la que impartía sus enseñanzas y compartía sus conocimientos a todo aquel que tuviera capacidad para asimilarlo. Así, dejaba un importante legado a aquellos que supieran apreciarlo. La escuela no era lujosa y mucho menos extravagante, era a decir verdad, bastante humilde y sencilla, pensaba Shaid mientras aguardaba en la entrada. Se sentía inquieto, nervioso…Desde que abandonó la caravana trataba día y noche pensar en cómo le expondría al sabio su problema y sus necesidades, pero el recuerdo de los días pasados con Helena, no hacían más que dificultar su concentración en otros aspectos, por lo que, llegado el momento de su encuentro con el sabio, apenas tenía en mente un guión claro que seguir. Seguía el joven contemplando la entrada principal de la modesta escuela, cuando un curioso anciano se le acercó lentamente y con una voz llamativamente firme para la edad que aparentaba, le preguntó:
 -¿Buscas algo, joven?-  Parecía una pregunta sencilla, para la complejidad que la  respuesta conllevaba…Buscaba tantas cosas en aquel lugar.
–Desearía una audiencia con el sabio Ibn Hassan, si fuera posible- respondió Shaid con voz tímida.
 –Por tu acento detecto que no eres de por aquí, está cayendo la tarde, y la escuela no abrirá sus puertas hasta mañana por la mañana; además el sabio es un hombre muy ocupado como podrás imaginar, deberás tener un buen motivo para solicitar su audiencia- dijo el anciano con un destello curioso en la voz. Algo se ocultaba tras la mirada inquieta de aquel extranjero.
-¿Te apetecería comer algo? Pareces hambriento- prosiguió este. Shaid asintió ligeramente con la cabeza, el dinero comenzaba a escasearle, llevaba casi un día sin comer nada y su estómago comenzaba a resentirse. Ambos se dirigieron a una taberna cercana, bastante tranquila a nivel de público, pidieron dos cuencos de sopa y justo cuando se disponían a tomar la primera cucharada, el anciano comentó con voz tenue:
 – Espero no resultarte entrometido, pero ¿qué te lleva a requerir la audiencia de Ibn Hassan?
–Es complicado- respondió Shaid tras un prolongado e intenso suspiro. 
-Creo que podré seguirte - contestó el anciano, esbozando una sonrisa que iluminó durante un segundo su serio semblante, y que invitaba al joven a compartir con él los motivos que lo llevaban a encontrarse allí.
Fue entonces cuando el joven se dispuso a contar su historia. Comenzó desde los verdes prados que rodeaban su lejano poblado, habló de un chico que desde niño añoraba ser escritor, y de cómo este abandonó todo lo que conocía para perseguir dicho sueño, en busca de la inspiración. También habló de una bolsa con pocas pertenencias, y de un corazón cargado de ilusiones. De la sensación de miedo y a la vez de libertad que sentía con cada paso que avanzaba …Habló durante horas, y entrada ya la madrugada, rememoró con una mezcla de felicidad y profunda añoranza los momentos que había vivido con Helena, y sintió como el corazón volvía a encogérsele con su recuerdo, una vez más. Finalmente, relató su llegada a la escuela y su nerviosismo ante la audiencia con el sabio, tras lo que se produjo durante unos minutos, un espeso silencio. Shaid lo había dicho todo; al anciano, le quedaba todo por decir. Pero todo, no es necesariamente decir mucho, por lo que únicamente enunció una curiosa pregunta:
-¿Por qué buscas lo que ya has encontrado, Shaid?- El joven lo observaba atentamente, sin entender del todo la pregunta del anciano. Decidió dejarlo proseguir. –Buscas inspiración, sin darte cuenta de que en los últimos tiempos se ha presentado ante en ti en numerosas formas; buscas palabras, sin percibir que son herramientas que acuden a tu mente para que las hagas tuyas; buscas escribir sobre algo grande, menospreciando el valor de las cosas más pequeñas… Has vivido intensamente en los últimos días, encontraste a tu musa en el lugar más insospechado, y esa espontaneidad es la que tu inexperiencia joven ha pasado por alto. Has alcanzado el destino que te proponías, sin percatarte de que en el mismo camino, podría encontrarse lo que buscabas.
El rostro de Shaid reflejaba ampliamente el impacto que las palabras del anciano habían ejercido sobre él. Por vez primera, el joven se detenía a pensar en el camino recorrido, en lugar del que le quedaba por recorrer. Empezó a comprender, por difícil que resultara, cuánta razón se escondía tras aquel argumento. La imagen de Helena se reflejó de nuevo en su mente y una lágrima asomaba discretamente en aquellos ojos que tanto habían visto en los últimos tiempos. Había recorrido tantos kilómetros, y dejado atrás tantas cosas…
-La inspiración, así como la felicidad, el amor o la amistad, no se buscan Shaid, se encuentran en el momento más inesperado, eso es lo que las hace grandes. A veces hay que mirar más allá y otras, tan solo debemos fijarnos en lo que la vida pone frente a nosotros.-  De nuevo se produjo un silencio aún más intenso y prolongado que el anterior, hasta que finalmente Shaid abandonó la mesa en la que se encontraba, consciente de los errores que había cometido y apenas acertando a agradecer al anciano el haberle quitado la venda de los ojos. El anciano nunca revelaría al joven su identidad, tal vez porque de haber sabido que el propio sabio Ibn Hassan estaba a la escucha de su historia, el joven nunca le habría hablado con la misma franqueza que destacó en él aquella noche.
Los rayos del sol comenzaban a despuntar por el horizonte, cuando Shaid decidió proseguir su viaje y comenzar a trazar su propio camino mirando siempre hacia adelante, pero esta vez, sin perder de vista las huellas que sus vivencias, dejaban atrás.


domingo, 3 de agosto de 2014

Primeras reflexiones: Cambios.

Es increíble contemplar como todo cambia. Increíble de verdad. En el tiempo de leer esta primera de línea millones de cosas han cambiado, es abrumador tan solo pensarlo. Un primer beso, una última caricia, el final de una vida, el despertar de un sueño, la primera mirada al mundo de un recién nacido… En el día a día nunca nos paramos a reflexionar sobre ello, parece que casi no merezca la pena. Sencillamente,  puede que los cambios constantes nos resulten tan difíciles de asimilar que sea mejor ni siquiera pensar en ellos; esquematizar nuestra vida de manera ajena a todo aquello que pueda alterar la lógica de las cosas. Pero, ¿quién define lo que es lógico? A veces simplemente nos acogemos a lo cívicamente lógico porque es lo más sencillo, nos aísla de la complejidad de las ambigüedades, necesitamos saber las cosas con exactitud, no podemos plantearnos cada mañana al despertar la existencia de un universo infinito, o que en la calle haya personas necesitadas de alimentos, preferimos sencillamente centrar nuestra mente en aquello que podemos mantener bajo nuestro control, para lo que tenemos solución tangible y porque a veces podemos llegar a pensar que la ignorancia nos hace más felices, y no puedo decir que no esté del todo de acuerdo con ello. Pero siempre he defendido que el  máximo nivel de bienestar se alcanza por aquellos que aún siendo conocedores de la verdad, son capaces de afrontarla y vivir para cambiarla.
Y la ignorancia no se cura leyendo, sino conociendo. Conocer el mundo es experiencia y la experiencia es sabiduría. Pero volviendo a la dudosa lógica de nuestra sociedad, es curioso ver cómo vivimos en un mundo en el que amar es un motivo del que avergonzarse porque es muestra de debilidad, mientras que atacar a los demás es motivo de respeto…ahora lanzo yo la pregunta: ¿Es esto lógico? Desde niños nos reímos de aquel al que “le gusta” una niña o niño de la clase, y alabamos al que le pega a la salida de la escuela. Poco a poco reprimimos todo aquello que sentimos por miedo al rechazo, por  temor a sentirnos diferentes. Yo misma solía pensar así. Tiempo después lo recuerdo incluso con una sonrisas porque es irónico, todas aquellas personas que defendían la originalidad, no eran más que copias de otros.
Y si tienes un sueño ellos intentarán destruirlo pero por experiencia digo, que aquellos que tratan de destruir los sueños de otros, es porque han perdido los suyos, y porque han caído antes incluso de iniciar la batalla. Porque la vida es un desafío, una batalla que librar, es un revuelo constante de fortunas y adversidades, de cambios, de personas que aparecen, que te marcan…y que irremediablemente, un día se marchan. A veces olvidamos esto y podemos caer en la monotonía y olvidar que nada es para siempre y que el viento gira en otro sentido cuando menos lo esperamos. Que ninguna nube se cierne sobre nosotros sin dejar un rayo de sol tras ella. Que cada lágrima de rabia derramada nos hace más fuertes. Que la experiencia no solo se gana con los años y que tras una fachada pueden ocultarse muchas cosas.

Cuando la magia del tiempo hace su efecto y pone cada cosa en su lugar, es cuando realmente aprendemos. A veces se necesitan años, otras, apenas un segundo, y de ese tiempo almacenamos recuerdos, como si de tesoros se tratase, pero ningún tesoro podría igualarse a su valor. Cada uno de ellos puede destruirnos o darnos la fuerza necesaria para afrontar determinadas cosas, y lo más importante, son como los sueños: únicos y enteramente nuestros. Probablemente, la importancia de los recuerdos resida que en que a partir de ellos, nos damos cuenta de todo aquello por lo que hemos pasado, y de todo lo vivido, pero sobre todo de todos los cambios, y es que es increíble contemplar, como todo cambia.